Todo esto hace parte de ese arte sutil de enloquecer; si no me creen, no interesa. Erase como en esas viejas historias de niños en que había una brujita malvada que perseguía a todos los que les gustaba, y con su varita mágica los enloquecía o....
- Mentiroso, dijo otro que lo escuchó.
- Si no me ha entendido todavía, es cierto. Estoy de regreso.
- Lo están enloqueciendo, y están afanados porque según me dijo no lo han dejado ni respirar desde que llegó. No lo podía creer. ¿A una ficción?
- Enloquecemos a todos, dijo Mentiras Frescas.
"Pueblo pequeño, infierno grande", se dijo. Incluso cuando escribía por el computador, su imaginario le leía lo que escribía, y en el logo del Facebook, hacía su trabajo de perseguidor para que viera un cajoncito, y no el logo. Podría parecerse a un armatoste.
- ¡Paranoico! Le gritó uno de esos imaginarios.
Envió un mensaje por WhatsApp, y se lo adulteraron; mejor dicho lo cambiaron el número de la cédula por la suya. Pensó en el comisario Rincón para que rastreara su WhatsApp, pero no aparecía. Trabajos de imaginarios. Es que la tecnología para estos personajes que trabajan en grupo a veces los traiciona porque otros los pueden estar vigilando.
-Estás loco, le insistía, Mentiras Frescas.
Recordó que en Purificación en unos cursos de profesores de una organización gringa que trabajaba por el bien de la comunidad, lo dejaron medio ido y ebrio todo dormido sobre una cama adonde le colocaron unos cirios a manera de un ataúd, y aquellos profesores se burlaron. Una alpujarreña, ya pensionada y medio chiflis, se la mostró. Eran historias viejas que ahora se la recordó otro, mediante un coche fúnebre, y sin embargo le pareció una broma pesada, y que comenzó desde que llegó a vivir en un sector. Justo donde un tal caballero hacía años que fungiendo ser de esos anapistas antiguos, le contaba unas historias extrañas, y quien en una ocasión que se lo encontró en Girardot le contó historias extrañas acerca de archivos viejos que desconocía, pero que podrían ser de abogados, y a quien se lo recordó también una empleada de un almacén de bisutería de la quinta hace poco, cuando le pagó el día para le hiciera el favor de enviar una mercancía con bisuterías y adornos a otro caballero de una fundación de artesanos. Se lo recordó.
En alguna ocasión hace años el comisario Rincón le dijo, que porque los celulares y los P.C. no los usaba en modo VPN para tener una mejor seguridad, pero no. El que no debe, nada teme. A no ser que...
Un agente de la Gendarmería de su mismo apellido le dio a entender que iba a prender el ventilador, por allá donde un paisita, mientras otro por WhatsApp le preguntaba, que si vendía aretes para caballos, y todo porque le enviaron un vídeo y lo publicó por el estado de la misma plataforma, debido a que le llamó la atención.
Estaba convencido que en donde vivía lo escuchaban, así como en San Antonio en Bogotá, después que se fugó de aquel hospital de La Hortúa ayudado por una señora desconocida que sabía el trabajo que le estaban haciendo cuando todavía ido de sí mismo, y luego de una operación en la columna vertebral en la Hortúa, y donde otros aparecieron como vecinos a hacerle la vida imposible para que no saliera de su estado mental del lavado de cerebro, en la misma casa que vivía adonde doña Alicia en San Antonio, y en donde quedó encarcelado por sus pensamientos otro buen tiempo, pues lo querían hacer pasar como loco cuando en realidad tenía los nervios crispados, y seguramente había sido drogado, y el complejo B. tan fundamental para el organismo humano escaseaba en el suyo, que con solo cambiarle la cuenta que tuvo de Colpatria lo enloquecieron más, y de esto último hacía como 3 décadas. Ahora se la repetían de otra manera, y en donde menos pensaba, a pesar que hacía como 20 años le hicieron creer que todo era por su culpa. A un autista que en esos tiempos por la situación que había pasado en Bogotá, era una especie de ermitaño, y solo de vez en cuando hablaba con amigos, y hasta con el tiempo. entró a dudar de ellos por otras situaciones vividas y previstas mediante lo que ahora llamaban falsos, refalsos, a los que llamaban montajes mediante lavados de cerebros.
-Sois especialistas, mis bellos genios, oí que dijo.
--¡Ah..¡ Y según entiendo hablaban de que era por política.
-Falso. No tenía tiempo de pensar porque no lo dejaban; y con frecuencia este piensa muy mal por la paranoia en que lo metieron desde niño, a pesar...
Y todo había comenzado en los tiempos de la pandemia, mucho antes de trasladase a una urbanización adonde se le acercaban gentes cuando salía a las calles a trabajar, y notó que algunos de estos por alguna razón no le compraban ya, y como hacía mas de 20 años le había pasado lo mismo en Ibagué, creyó que eran imaginarios que habían dado la orden de que no le compraran sus surtidos; y aunque podría no ser cierto por las ventas tan malas, le parecía que era lo mismo que le hacen en el internet que cuando escribe, un vecino le da a entender que lo está ojeando, o habla de que hoy no, que mañana si, cuando en una noche oyó voces de que lo iban a coger luego de los sustos que le pegaban. Te vamos a atracar se lo dijeron antes, y lo atracaron.
- Estas loco, viejo. le repetía Mentiras Frescas.
Siempre lo habían hecho pasar por loco. Intuía algo.
Todavía seguía recordando a la cliente vecina que le dijo, que si acaso tenía plata, para que le hicieran eso. Y sin un peso en el bolsillo porque adonde llegó era como la maldición de Tutankamón. Creyó que estaba encarcelado como le sucedió en el parque Ambalá, donde el internet se lo bloqueaban, y de su celular no salían las llamadas, mientras un vigilante, o imaginario y mecánico de carros.se burlaba cuando lo veía. Parecía que lo escuchaba. Tanto así, que en una ocasión cuando trataba de publicar un libro, creía que el lo había bloqueado y quitado el Internet.
- Estas loco, papá. Te están haciendo tu trabajo por las calles, y ahora están afanados. Parece que no tienen tiempo.
-Blasfemo, cómo decís, eso. Borracho y ateo, así se lo decían para rebajarle la moral. Hasta moralistas se habían vuelto, sin serlo.
- Eso algún día se sabrá, se lo dijo un cliente de esos años, muy cerca del Centenario y del Quiroga en Bogotá lo mismo que unos vecinos del barrio donde vivió.
Así me lo dijo, y en verdad que no le creí. Una ficción no puede morir. Me puse a reconstruir su historia, y deduje que podría ser cierto. Lo estaban amenazando como antes lo hicieron en Bogotá. En estos tiempos de pandemia del Covid 19 cuando el hombre ya llegó a Marte, y sabemos que puede haber vida en otros planetas. Los unos construyendo sueños. y los otros tratando de destruirlos en la creencia que iban a ser eternos. Lo miré y entendí, su tristeza. Una cliente le preguntó, algo relacionado con su vida y entendió que lo estaban investigando a ver cómo estaba con sus nervios. Otra, adonde los alcohólicos van a divertirse un poco, le hizo una pregunta capciosa. Lo mismo que hicieron en esos otros lugares en que querían saber en que condiciones mentales estaba.
-Una pregunta. ¿En qué día estamos?
Así se lo decían en esa época. Y esta última haciendo sus operaciones matemáticas con una calculadora en la mano, ayúdeme por favor, es que no sé.
-Cuánto es tanto, más tanto, y tanto, y menos tanto.
Le dijo lo que daba dicha operación matemática.
Fue a vender una mercancía donde otra cliente en el Jordán, y esta disimuladamente sumó mal.
-¿Desconfía? Le preguntó.
-No, le contestó este.
Querían saber si andaba sugestionado, y para eso desde que cambió de vivienda las funciones teatrales fueron siendo permanentes.
-¿Luego no hablas del teatro isabelino de Shakespeare?
- Que bellos, dijo el imaginario de "El Embrujado". Leen mis libros, y los queréis vender después que me muera. Apuesto a que no has visto nada malo en esos libros. Estáis enfermos.
-De todo hay en la viña del señor, le contestó Mentiras Frescas.
En fin. Sin embargo le pagó lo que no correspondía. Dos devaluados billetes de veinte, y lo vendido sumaba un poco más. Lo estaban vigilando por las calles como si fuera un enemigo público, y solo lo supo cuando en su letargo reaparecieron dos amigos después de muchos años mediante sendas llamadas. El uno en son de broma le recordó que era un alcohólico, y el otro que hablaba barbaridades de políticos, que a este no le gustaban, pero que por su forma de decirlas no le parecían correctas. Cada cuál con sus cosas. Hizo unas pulseras y un vecino cuando se fue a despedir le hizo señas alusivas a esas mismas porque creía que ese día las iba a vender con una cliente, pero no. Decidió ofrecerlas por WhatsApp y ya todo mundo sabía que había vuelto a fabricar pulseras, pero nadie le ofreció nada. Un mal negocio. Y así entretejió que como en los viejos tiempos estaba siendo amenazado, y el comisario del que tanto me habló no apareció por ningún lado. Estaba desprotegido. Comprendió que endonde estaba, no lo dejaban pensar, y lo estaban entreteniendo, para ver si sicológicamente andaba mal o...
El comisario Rincón conocía muy bien sus debilidades, y harto de darle consejos, de verdad, no quería estar presente. Toda su vida había estado secuestrado sin darse cuenta. peligrando por donde siempre anduvo, porque nunca dejaban que progresara con el negocio que iniciara.
Era una manera muy sutil, de hacer enloquecer a otro. El bombillo del pasadizo que otro apagó hacía pocos días volvió a no funcionar y al caer en cuenta que podía llamar a la portería para que lo arreglasen, ya que intuía que podría ser así, o podría suceder, al ir a llamarlo no funcionó. Marcó y nada. Era un pasadizo muy largo, que una vez uno de esos choferes de una institución de imaginarios, le abría la puerta del carro para no dejarlo pasar. Se burlaba mucho, Y cuando no lo dejaban dormir, los regañaba. Y sin embargo un familiar al que llamó, si le entro la llamada. Tenía mal apuntado el número del celular.
Si ve, dijo otro. No coordina. Está loco. Me esta leyendo lo que voy escribiendo, ¿No?
Recordó que en Bogotá en la "Casa Embrujada", este le había contado que cuando comenzaron a ser muy comunes estos tipos de trabajos sicológicos,, una vez lo recargó, y al hacer una llamada, esta no salió. ¿Bloqueada la comunicación? Y así fue recordando lo que sucedió en la Hortúa con un aparatico que le pusieron entre las vendas después que a su mamá le toco mandarla de urgencia a un hospital que había en San Antonio cuando comprobó que no podía vivir en Bogotá por la tensión, e hizo que se fuera para su ciudad. Esos días y los siguientes y durante como medio año o más le fueron sucediendo cosas extrañas como si fueran hilando mensajes siniestros dentro de su cerebro con el fin de desestabilizarlo. Nada de raro tenía que lo estuvieran grabando tal y como un abogado amigo le contó en alguna ocasión. Era algo terrible. Un vecino decidió abofetearlo para lograr el propósito, y quien era dueño de un asadero de pollos por la 24 de aquel barrio. El arte de enloquecer era muy sutil. Entendió que su llegada había sido preparada en medio de esos teatros isabelinos, y creía que era un enemigo publico, aunque el wifi a no más de 25 metros le informaba de otras cosas. Escamoteos tecnológicos con teatringos en que vio a uno que paró su carro en plena vía, y delante de todo mundo por los lados de la avenida Mirolindo por aquella calle principal que baja hacia ella, y al dar la vuelta, se voltea enseguida a un romboide que va a dar al Simón Bolívar de Ibagué. Otro paró en su moto al ver que no le funcionó el celular, y lo miró. ¿Teatro? ¿O sugestión? Otros más en un carro gritaron que por ahí no, muy cerca del Exito, y se acerco adonde una paisita a contarle que se sentía perseguido al igual que le pasó en Bogotá antes que lo enloquecieran.
- Visiones, viejo. Te están enloqueciendo.
Hasta moralistas, a sabiendas que los enfermos como él eran así, dijo Conciencia.
"Ahora sí, la embarró esta, pensé." Hasta Conciencia se estaba desequilibrando. Eso no es enfermedad, ese es el pretexto.
- ¿Y cuánto maravedís hay? Preguntó "El Embrujado".
Se acordó del Quijote de la Mancha creyendo que las aspas de los molinos de vientos, eran los imaginarios que lo perseguían.
- Algo tramaban se dijo. No lo podía creer. O sea que de por vida, y con amigos como anfitriones, a sabiendas que estos estaban siendo utilizados por otros como si fuera un fantasma en la vida real.
Así entendí que algo había pasado. Uno de esos amigos lo
entretuvo un buen día en que lo llamó en medio de esas furruscas de familia, en
que a veces su nerviosismo se lo hacían crispar, entendiendo que lo habían llevado
hasta allí, luego de lo que sucedió en la “Casa Embrujada”. Y ahora este le hablaba de unos
problemas que tuvo en una urbanización, y como buen hipnotizador no lo dejaba ni
respirar por que su llamada se extendió más de la cuenta en medio de la zozobra
mental que vivía con una familiar, y que con el tiempo, entendió que le estaban preparando el camino para que fuera a vivir a una urbanización, y que parecía ser cierto, como cuando los amigos le vaticinaron que un perro lo mordería, y del que Primorov le dijo que no era un pastor Alemán, sino un gozque. Le comentó los problemas que tuvo en una
urbanización, hasta que desapareció del entorno por un buen tiempo, hasta que se trasladó; y era como si
supiera que se iría a vivir a una urbanización porque detrás de ello había toda una confabulación.. Parecía un secuestrado del
tiempo. Era una especie de cadena en donde unos le contaban una historia
macabra, y otros reaparecían para decirle otras, y el cual más quería conseguir
parte de algún botín que desconocía,, y en cambio este debiendo plata, y sin poder responder
porque desde que llegó a su nueva vivienda, no podía trabajar, y para colmo querían obnubilarlo con sus estratagemas. en medio de esas guerras sicológicas en que lo querían meter nuevamente, aparentando otras cosas. Lo habían puesto a pensar y pensar mediante esos
sutiles trabajos que como buenos artistas y directores de teatro que son estos prestidigitadores en
sus oficios de enredar a las gentes en sus mundos grotescos. Y así logran enredar a sus victimas en donde mas de uno participa, que si los ve, no se
las cree.
- ¿Y dónde vive, le pregunto otro de los amigos?
- Adonde vive Ud., le contestó.
- Yo vivo en el manicomio papá, le contestó el otro.
Si lo vieran como se burlaba aquel amigo por la tercera, mientras desde lejos moviendo las manos y los brazos se burlaba.
Y ambos amigos conocidos desde los tiempos que estudió en San Simón.
Eran esos oscuros secretos donde el uno presionaba a otros, y estos presionaban a otros, en medio del silencio, mientras iban ejecutando sus designios, y que sólo este entendía, así no le hubiera pasado nada, pero con los que hablaba que no eran más que clientes, y adonde iba a tomarse una que otra cerveza, en donde todo mundo sabía lo que él no sabía, desde que había llegado a esta ciudad, que lo querían enloquecer, o lo consideraban así.. Eran como si las vigilancias fueran muchas, y los confabuladores pocos, en una seguidilla que venía casi desde que tenía uso de razón, y que lo había afectado como cruel tortura sicológica, sin saber por qué. Hasta moralistas se habían vuelto cuando en verdad todo parecía un secreto de mediados del siglo pasado, porque así lo creía e insistentemente lo repitió luego de lo que le paso, sin entender por qué. Con quién más. Los ermitaños que todavía existen andan solos, y estos creían que ahí tenían un botín. Recordó que una cliente que consiguió en Ancón, y que fue condiscípula del mismo colegio en donde estudió, una vez le compró unas fantasías que fabricaba, y le pagó con un billete falso, sin que se diera cuenta, y cuando fue a hacer un chance supo que lo había engañado, y luego que se devolvió después de llegar casi hasta la Catedral, le pidió disculpas, y dijo que se lo habían regalado. Mala cosa para su cerebro. Lo creyó ido mental, y que así no se daría cuenta
-Ese es un trabajo de lavado de cerebros, viejo, le dijo un desconocido. Lo pueden matar.
Lavado de cerebros, le auguró aquel desconocido, que si sabía de estos tipos de trabajos mediante la coacción y el acompañamiento de los que vigilaban los entornos por donde andaban sus víctimas. Tampoco creía en brujos. Era toda una confabulación.
El amigo lo llamó para que le sirviera de recomendación para sacar un celular, y lo vació por decirle que no, muy a pesar de que es pensionado y que a veces le recuda una vieja historia que de joven le contó su mamá cuando vivieron en Venezuela, sobre los imaginarios que que nadie sabe que lo son:
- Hacen muchos oficios y se pensionan en otros cargos, muy diferentes, para que nadie lo sepa. Ni sus mismas familias.
Así de sencillo. Son secretos. En cambio este era público para estos. Y regaban sus historias infames, que muchos lo creían millonario también.
- Millonario de culebras, papá. Arguyo Ríos revueltos.
. No lo entendía. Hacía parte de familias extrañas. ¿No?
- Sabe, desde que nació Ud. no es el que es, y todos lo autistas son niños.
- Los hombres nunca dejan de ser niños, dijo Conciencia. Así son estos personajes. Creen en lo que le digan. Había sobrevivido sometido a toda suerte de persecuciones, y le habían desquiciado la vida como si en realidad fuera otro.
- ¿Mentiras Frescas qué dice?
Recordando aquellas historias que este le contó antes de creer que aquella ficción había muerto. Así se lo dijo un profesor de la Universidad del Tolima, hermano de otro amigo de adolescencia cuando lo volvió a ver, después de mucho tiempo. 20, 30, o mas años.
-¿Luego, Ud. no está muerto?
- Míreme. ¿Cree que soy una ficción.?
Y claro, digo yo, que Ud. en estas historias desde que se comenzaron no ha visto ningún muerto. Solo historias de historias sobre ese arte sutil de enloquecer ¿Cuál es el delito?
El pobre "Embruja" según entiendo lleva toda su vida en medio de esas estratagemas en donde por muchas ocasiones hasta dejó de trabajar varias veces, debido a todas esas pestes parecidas a las del Covid 19.
- Díganme, que me creen, por favor.
Como lo que decía Borges acerca de un sueño en otro sueño. Era un secuestro desde que había nacido, y estos lo que estaban tratando de hacer aparecer como ido de la cabeza. O...
Lo último que me contó fue de una novela que le regalaron de joven en Bogotá, escrita por García Márquez, sobre alguien que todo mundo sabía que lo iban a... Una de sus últimas novelas cortas que escribió por la década de los setenta.